Propicia un aprendizaje de la ciudadanía centrado en la participación. Al hacerlo, las personas se hacen cargo, democrática y colectivamente, de decisiones y actividades. Se crean hábitos interactivos y esferas de deliberación pública que son claves para la consecución de la autonomía individual y a la vez contribuye a forjar fuertes lazos comunitarios, creadores de identidad colectiva, generadores de una forma de vida específica construida alrededor de la pluralidad.

Trae consigo el beneficio de favorecer procesos de formación socioemocional más amplios, al tener la oportunidad de pensar y actuar teniendo presente las perspectivas de los otros, porque nos interesa dignificar su vida.